top of page

Una sociedad se mide por cómo trata a sus miembros más vulnerables

  • Foto del escritor: Each
    Each
  • 12 ago
  • 2 Min. de lectura
ree

Quiero contarte una historia:


Durante una fiesta en una escuela para niños con necesidades especiales, un padre subió al escenario y dio un discurso que dejó a todos en silencio.


—Mi hijo Marcos —dijo— no aprende como los demás. No entiende como ellos.

Y a veces me pregunto… ¿Dónde está el orden natural de las cosas en su caso?


Hubo silencio.


Entonces el padre respiró hondo… y añadió:

—Cuando nace un niño como Marcos, el mundo recibe una rara oportunidad: la oportunidad de mostrar su verdadera humanidad.


Y compartió algo que nunca olvidaría:

—Un día caminábamos cerca de un campo donde unos chicos jugaban fútbol.


Marcos me miró y me dijo:

—Pa… ¿crees que me dejen jugar con ellos?

El padre sabía que lo más probable era que no.

Pero también sabía que, si lo aceptaban, ese simple gesto le regalaría a su hijo algo invaluable: dignidad.


Se acercó a uno de los chicos, sin muchas esperanzas…

Y el chico, tras mirar a sus amigos, respondió:

—Estamos perdiendo 3 a 0. Faltan diez minutos…

Claro que sí. Que venga. Lo vamos a dejar tirar un penal.


Marcos se puso la camiseta con una sonrisa gigante.

Se sentó en la banca… y durante el resto del partido, fue el chico más feliz del mundo.


Y entonces, en el último minuto…

Hubo penal.

El mismo chico se acercó al padre, le hizo una seña, y dijo:

—Es su turno.

Marcos caminó hacia el arco.

El arquero entendió de inmediato: se tiró suavemente hacia un lado.

Y la pelota de Marcos… entró. ¡Gol!


Pero no uno cualquiera.

El gol que cambió una vida.

Los chicos lo alzaron en hombros.

Lo abrazaron.


Gritaron como si acabara de marcar el gol de la final del Mundial.

El padre cerró con la voz rota:

—Ese día, un grupo de chicos no eligió ganar un juego.

Eligieron hacer historia.

Y su hijo… fue un héroe por un día.

Marcos murió ese invierno.

Pero nunca olvidó su gol.


Y su madre jamás olvidó la noche en que él volvió a su casa… y ella lo abrazó, llorando de alegría, mientras le contaba el momento más hermoso de su corta vida.



El padre cerró su experiencia con esta frase que sin duda se grabó en mi mente desde ese día:

“Una sociedad se mide por cómo trata a sus miembros más vulnerables.”


*Tomado de la red, crédito a quien corresponda.

Comentarios


bottom of page